En el más reciente álbum lustroso que glosa logros del gobierno figura en primer lugar el Acuerdo Nacional. Pero lo que aparece no es la dinámica de un consenso, sino la lista de los buenos deseos acordados por algunos de los principales partidos y gremios en el 2002. Este álbum sutilmente los presenta como otros tantos logros del gobierno.
L os principales logros de la presidencia de Alejandro Toledo están en la esfera de los negocios privados. Fuera de ese ámbito los avances son muy discutibles, cuando los hay. Pero hojeando de la página siete a la 10 nadie podría sospechar que el principal logro del AN fue que los partidos democráticos ayudaron a Toledo a no autoderrocarse.
El AN no fue concebido como una entidad del gobierno, sino como un espacio de instituciones interesadas en fortalecer una democracia recién salvada del abismo. Toledo con sus fotos en Palacio y su rienda corta a los recursos le dio al AN una imagen oficialista que no ayudó mucho. Han sido cuatro años de sostenido ruido político.
Pero el hecho es que a pesar del ruido los partidos de la oposición asumieron el costo de prestar su apoyo para que el régimen no se derrumbara. Por largo tiempo Toledo no entendió esta situación, imaginando que los socios del AN (más UN, que no participa) lo estaban apoyando en virtud de su gran muñeca política.
El AN no ha logrado enrumbar al gobierno hacia un mayor cumplimiento de la parte no empresarial de los 31 puntos pomposa y prematuramente llamados políticas de Estado. Quizás no es su papel, puesto que existen los poderes del Estado y la separación entre ellos, y no es el propósito del AN sustituirlos en ningún aspecto.
L a idea es más bien mantener un foro del más alto nivel para intercambios de ideas que viajan mal en el espacio mediático o en los encuentros institucionales. Un foro por necesidad independiente de todas y cada una de sus partes, empezando por el gobierno. Un tipo de tarea que recién empiezan a concebir nuestras facultades (universitarias).
Para ponerlo de otra manera, hay en el país más capacidad política disponible que la que se utiliza, y el AN es una manera de uncir parte de esa capacidad a las tareas de gobierno -nacional, regional, municipal- a cualquier nivel. Generar consensos en torno a determinadas políticas no puede ser sino una de sus tareas.
Por todo esto para cruzar la línea del 2006 el AN parece bastante necesitado de una refundación. Esta debería consistir en cosas como una independización de su imagen y de algunos de sus mecanismos respecto del gobierno/Estado, en una ampliación de su convocatoria, en una profundización de su valioso perfil académico.
Fuente: El República – OPINION
Fecha: Viernes 23 de Septiembre de 2005